Esta temporada se cumplen 15 años desde mi primera carrera en monoplazas...
Por un lado parece que no ha pasado el tiempo y que me siento el mismo chico que se presentó aquel día ante esa novedosa situación; y por otro, es increíble lo que ha cambiado todo y la cantidad de cosas que he vivido durante estos años.
Fue en el circuito del Jarama en el primer meeting de la Fórmula Toyota Castrol de la temporada
1998, que se englobaba por entonces en un “innovador” evento que se denominaba Racing & Festival. Hasta entonces mi experiencia se limitaba a haber hecho algunas carreras del campeonato de Castilla y León de Karting de la temporada anterior.
Antes de ese fin de semana pude rodar un día con el monoplaza en unas tandas libres. Digamos que la historia comenzó ese día, y la verdad es que fue algo increíble para mí, una sensación sin duda irrepetible, el sentir por primera vez la velocidad a la que se rueda en un “circuito grande”, las inercias, esas nuevas sensaciones, la frenada, etc...
Unas semanas antes había recibido mi primera equipación de automovilismo: un típico mono Galuppo rojo de la época, ropa ignífuga, botas, guantes y mi primer casco homologado, objetos que por supuesto hoy descansan como “valiosas piezas” de mi armario Racing.
Y así llegó el día de la verdad... Me presenté en la que iba a ser mi primera carrera con aquel monoplaza azul. Recuerdo que todo parecía quedarme grande aquel fin de semana: el circuito, la gente, el ambiente, el briefing, los equipos, el correr con los pilotos que estaba acostumbrado a ver en las revistas, etc... Pero, en la pista, la verdad es que no sentía lo mismo, sentía que era allí donde quería estar a pesar de que lógicamente no controlaba muchas situaciones.
Nos dieron el que desde entonces pasó a convertirse en “mi número”, el dorsal 17, que curiosamente coincidía con el que había llevado el año anterior en mis carreras de Karting. Y con este 17 llegaron los primeros entrenamientos oficiales. En ellos pude marcar un tiempo de 1:50.5 que me sirvió para situarme en una nada despreciable decimotercera posición de mi primera parrilla. Cuando bajé del coche tuve esa típica sensación de que podía haber ido mucho más rápido, pero realmente más bien diría hoy que no tenía las herramientas, ni la escuela para mejorar ese tiempo en aquel momento.
Y ese número “13” de la parrilla, sin duda, fue premonitorio de en lo que deportivamente se acabaría convirtiendo éste, mi primer fin de semana de carreras “grandes”. Enfrentarme a mi primera salida también fue otro momento digamos bastante “intenso”, la vuelta de formación, el semáforo, la tensión y después esa mezcla entre liberación y descontrol que supone una salida.
Así pues, la primera de las dos mangas empezó bastante bien, hasta que más o menos a mitad de carrera en la frenada de final de recta aprendí la primera lección básica de un piloto de circuitos: cuando vas pegado a alguien en una recta tienes que intentar el adelantamiento o frenar antes que él, porque si no la cosa termina mal. Y eso es lo que pasó: hice la recta pegado al monoplaza que me precedía pero en final de la misma frenó antes que yo y a mí no me dio tiempo a reaccionar tocando con mi rueda delantera izquierda la trasera derecha suya y ahí acababa mi primera carrera con mi suspensión dañada en la conocida gravilla del final de recta del Jarama.
Reparamos el coche como pudimos, descubriendo también las típicas prisas de las carreras y pudimos “in extremis” estar listos para la segunda manga. Después de salir muy retrasado por el abandono de la primera, estaba haciendo una bastante buena carrera, remonté varias posiciones adelantando a gente experimentada y tenía un buen ritmo pero esta vez era la mítica curva de Le Mans la que se encargaba de enseñarme una segunda lección de vital importancia en este mundo: para adelantar o te tiras de verdad o mejor esperar, las medias tintas sólo valen para generar situaciones de riesgo. Y eso me pasó, dudé al tirarme y me tiré tarde, de tal forma que mi rueda delantera estaba a la altura de la mitad del otro monoplaza cuando él cerró la trazada, no pudiendo evitar un toque en el pontón y radiador laterales que me obligó a abandonar.
Así pues, digamos que mi primer fin de semana de aquel Racing & Festival no fue, ni de lejos, lo que hubiera esperado para mi debut, y lógicamente fue también una de mis primeras grandes decepciones. Aunque ahora, visto con otra perspectiva, la verdad es que sería difícil encontrar una mejor forma de aprender dos de las lecciones más importantes del automovilismo de circuitos que aquel día, sin duda, quedaron grabadas a fuego en mi interior. Hasta el punto de que no volví a tener ningún toque más en carrera durante toda la temporada.
Después de este difícil debut, la verdad es que ese año conseguí ir progresando bastante mejor de lo esperado a lo largo de la temporada, hasta rozar el podium en las últimas carreras cosechando un 6º puesto final de la clasificación del campeonato y primero entre los Junior. Sobre todo diría que disfruté mucho de la temporada, es un momento en que vives todo mucho. El monoplaza no era ni de lejos una maravilla, pero para mí en aquel momento sí que lo era, para mí era un coche increíble, era “el mejor coche”, capaz de hacerme vivir sensaciones que después con otros vehículos mucho más avanzados nunca llegaron a ser probablemente tan impactantes e intensas para mí.
Y después de esta primera temporada empezó mi “laberinto” deportivo particular: el siguiente año llegaba mi primer podium en una carrera bajo la lluvia en Montmeló. En 2001 me vi obligado a encaminarme hacia los turismos en la nueva Copa Clio, ya que las Fórmulas Toyota desaparecían y no tenía los apoyos necesarios para la Fórmula 3.
Aquí empezó otro bonito camino en el que pude entrar por la puerta grande con una inédita Pole Position ante 40 experimentados pilotos en mi primera carrera en turismos. En 2002 llegó mi primera victoria y en 2004 la victoria final del campeonato. Esto me permitió entrar en la Supercopa León en la que pude competir probablemente con los mejores medios de mi carrera deportiva; este año perdí el campeonato tras una rotura de un tubo del turbo en la última vuelta de la carrera de Jerez. Y después siguió mi andadura en la nueva Supercopa León, el CER, la Mini Challenge, etc… y ahora de vuelta en el CER.
En definitiva, muchos años de dura lucha, de desilusiones, de éxitos... etc., que desde luego han labrado y marcado más que ninguna otra cosa mi personalidad, entre otras cosas, fortaleciéndola. Siempre fui y me sentí uno de esos pilotos “pobres” de la parrilla, de esos que tenían que luchar con los demás con menos armas, pero de ello me siento también muy orgulloso, y me ha servido para aprender a valorar por mí mismo mi propio trabajo al margen de los resultados y de las opiniones “populares”.
Tampoco fui nada afortunado en demasiados momentos cruciales, pero a pesar de esto me siento muy satisfecho con el buen palmarés logrado, con todo lo aprendido y por supuesto con todo lo disfrutado.
A día de hoy si miro a esta época de mis inicios, sinceramente siento una mezcla entre nostalgia y pena por la dirección que ha tomado todo esto.
Hemos ganado cosas como que la gente conoce este deporte y ahora no ve a un piloto como un “bicho raro”, pero desgraciadamente se ha perdido demasiado en pureza, en realidad y en ingenuidad. Antes un piloto podía, aunque con dificultades, competir, aprender y mostrar sus capacidades a pesar de no tener un gran presupuesto y realmente había un ambiente más de personas normales que conocen de cerca sus coches, están encima de todo, etc. Hoy en día siento que todos estos valores han pasado a un segundo plano, y el prototipo “normal” de piloto es la “estrella” que lleva la multinacional de su padre detrás y que no siente suficientemente este deporte, ni se preocupa por escoger con qué neumáticos saldrá en la próxima tanda, ni sabe lo que cuesta cuando rompe algo... esto sinceramente es algo que me desagrada profundamente, pero... cada época tiene lo suyo y en todas existen, desde luego, excepciones.
Así que ésta es a groso modo la historia de mi primera carrera dentro de este particular, difícil, muchas veces ingrato y globalmente bonito mundo del automovilismo.
¡Y sí! Si tuviera que elegir dónde preferiría estar ahora, como habréis intuido, me gustaría estar allí, en la parrilla de salida de aquella primera carrera de la Fórmula Toyota del año 1998.
Jarama 1998, Fórmula Toyota Castrol 1300 |
Por un lado parece que no ha pasado el tiempo y que me siento el mismo chico que se presentó aquel día ante esa novedosa situación; y por otro, es increíble lo que ha cambiado todo y la cantidad de cosas que he vivido durante estos años.
Fue en el circuito del Jarama en el primer meeting de la Fórmula Toyota Castrol de la temporada
Invitación Racing & Festival... de 1999 |
Antes de ese fin de semana pude rodar un día con el monoplaza en unas tandas libres. Digamos que la historia comenzó ese día, y la verdad es que fue algo increíble para mí, una sensación sin duda irrepetible, el sentir por primera vez la velocidad a la que se rueda en un “circuito grande”, las inercias, esas nuevas sensaciones, la frenada, etc...
Unas semanas antes había recibido mi primera equipación de automovilismo: un típico mono Galuppo rojo de la época, ropa ignífuga, botas, guantes y mi primer casco homologado, objetos que por supuesto hoy descansan como “valiosas piezas” de mi armario Racing.
Y así llegó el día de la verdad... Me presenté en la que iba a ser mi primera carrera con aquel monoplaza azul. Recuerdo que todo parecía quedarme grande aquel fin de semana: el circuito, la gente, el ambiente, el briefing, los equipos, el correr con los pilotos que estaba acostumbrado a ver en las revistas, etc... Pero, en la pista, la verdad es que no sentía lo mismo, sentía que era allí donde quería estar a pesar de que lógicamente no controlaba muchas situaciones.
Nos dieron el que desde entonces pasó a convertirse en “mi número”, el dorsal 17, que curiosamente coincidía con el que había llevado el año anterior en mis carreras de Karting. Y con este 17 llegaron los primeros entrenamientos oficiales. En ellos pude marcar un tiempo de 1:50.5 que me sirvió para situarme en una nada despreciable decimotercera posición de mi primera parrilla. Cuando bajé del coche tuve esa típica sensación de que podía haber ido mucho más rápido, pero realmente más bien diría hoy que no tenía las herramientas, ni la escuela para mejorar ese tiempo en aquel momento.
Álvaro al volante de su monoplaza con el número 17 |
Y ese número “13” de la parrilla, sin duda, fue premonitorio de en lo que deportivamente se acabaría convirtiendo éste, mi primer fin de semana de carreras “grandes”. Enfrentarme a mi primera salida también fue otro momento digamos bastante “intenso”, la vuelta de formación, el semáforo, la tensión y después esa mezcla entre liberación y descontrol que supone una salida.
Así pues, la primera de las dos mangas empezó bastante bien, hasta que más o menos a mitad de carrera en la frenada de final de recta aprendí la primera lección básica de un piloto de circuitos: cuando vas pegado a alguien en una recta tienes que intentar el adelantamiento o frenar antes que él, porque si no la cosa termina mal. Y eso es lo que pasó: hice la recta pegado al monoplaza que me precedía pero en final de la misma frenó antes que yo y a mí no me dio tiempo a reaccionar tocando con mi rueda delantera izquierda la trasera derecha suya y ahí acababa mi primera carrera con mi suspensión dañada en la conocida gravilla del final de recta del Jarama.
Reparamos el coche como pudimos, descubriendo también las típicas prisas de las carreras y pudimos “in extremis” estar listos para la segunda manga. Después de salir muy retrasado por el abandono de la primera, estaba haciendo una bastante buena carrera, remonté varias posiciones adelantando a gente experimentada y tenía un buen ritmo pero esta vez era la mítica curva de Le Mans la que se encargaba de enseñarme una segunda lección de vital importancia en este mundo: para adelantar o te tiras de verdad o mejor esperar, las medias tintas sólo valen para generar situaciones de riesgo. Y eso me pasó, dudé al tirarme y me tiré tarde, de tal forma que mi rueda delantera estaba a la altura de la mitad del otro monoplaza cuando él cerró la trazada, no pudiendo evitar un toque en el pontón y radiador laterales que me obligó a abandonar.
Así pues, digamos que mi primer fin de semana de aquel Racing & Festival no fue, ni de lejos, lo que hubiera esperado para mi debut, y lógicamente fue también una de mis primeras grandes decepciones. Aunque ahora, visto con otra perspectiva, la verdad es que sería difícil encontrar una mejor forma de aprender dos de las lecciones más importantes del automovilismo de circuitos que aquel día, sin duda, quedaron grabadas a fuego en mi interior. Hasta el punto de que no volví a tener ningún toque más en carrera durante toda la temporada.
Clasificación final de la Fórmula Toyota Castrol 1300 en 1998 |
Y después de esta primera temporada empezó mi “laberinto” deportivo particular: el siguiente año llegaba mi primer podium en una carrera bajo la lluvia en Montmeló. En 2001 me vi obligado a encaminarme hacia los turismos en la nueva Copa Clio, ya que las Fórmulas Toyota desaparecían y no tenía los apoyos necesarios para la Fórmula 3.
Izquierda: Su primer podio en el Jarama en 1999 con Víctor Ordóñez y Daniel Martín Derecha: En Montmeló 2000 junto a Borja García y Roberto González |
Aquí empezó otro bonito camino en el que pude entrar por la puerta grande con una inédita Pole Position ante 40 experimentados pilotos en mi primera carrera en turismos. En 2002 llegó mi primera victoria y en 2004 la victoria final del campeonato. Esto me permitió entrar en la Supercopa León en la que pude competir probablemente con los mejores medios de mi carrera deportiva; este año perdí el campeonato tras una rotura de un tubo del turbo en la última vuelta de la carrera de Jerez. Y después siguió mi andadura en la nueva Supercopa León, el CER, la Mini Challenge, etc… y ahora de vuelta en el CER.
En definitiva, muchos años de dura lucha, de desilusiones, de éxitos... etc., que desde luego han labrado y marcado más que ninguna otra cosa mi personalidad, entre otras cosas, fortaleciéndola. Siempre fui y me sentí uno de esos pilotos “pobres” de la parrilla, de esos que tenían que luchar con los demás con menos armas, pero de ello me siento también muy orgulloso, y me ha servido para aprender a valorar por mí mismo mi propio trabajo al margen de los resultados y de las opiniones “populares”.
En la 208 GTi Racing Experience donde luchó en la Super Final con Gonzalo Martín de Andrés |
Tampoco fui nada afortunado en demasiados momentos cruciales, pero a pesar de esto me siento muy satisfecho con el buen palmarés logrado, con todo lo aprendido y por supuesto con todo lo disfrutado.
A día de hoy si miro a esta época de mis inicios, sinceramente siento una mezcla entre nostalgia y pena por la dirección que ha tomado todo esto.
Última carrera de la temporada 1998 en Montmeló |
Así que ésta es a groso modo la historia de mi primera carrera dentro de este particular, difícil, muchas veces ingrato y globalmente bonito mundo del automovilismo.
¡Y sí! Si tuviera que elegir dónde preferiría estar ahora, como habréis intuido, me gustaría estar allí, en la parrilla de salida de aquella primera carrera de la Fórmula Toyota del año 1998.
Me alegro de haber compartido esa primera temporada contigo. La mía fue primera y última...pero estas cosas no se saben hasta después. Enhorabuena por tu currículum!
ResponderEliminarAlfonso Arbeteta.-
Alfonso, Yo también me alegro de que compartiéramos esa temporada y esos momentos posteriores. Gracias y seguro que coincidimos alguna vez más en la pista. Álvaro
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