Esto no se puede planear y por eso os lo escribo tal cual sale de mí. Motor significa sangre corriendo. Sí, aunque no lo sepa y quizá no lo sepa nunca, creo que mi cuerpo corre él solo por dentro: qué célula de la sangre da la vuelta al cuerpo más rápido o, de ellas, quién coge el oxígeno más rápido en los alvéolos pulmonares. Cuál parada en boxes. Todo en mi vida es motor, pero, ¿por qué?
Más de uno de nosotros debemos de tener un corazón así... |
A mi juicio, desde pequeño siempre me gustaron los coches. Las matriculas ya me las sabía con tres años, y veía a un tal Carlos Sainz y su Toyota en la televisión. Y no sólo eso. Me acuerdo lo contento que me puse una vez que conocí a Jordi Tarrés, piloto de trial. Vamos, no me cerraba a nada. Y llegó ese día en el que me casé con el mundo del motorsport: Gran Premio de Mónaco, 1999. Había ya jugado a muchos videojuegos de carreras, y precisamente fue el reconocer el circuito monegasco en la tele y decirle a mi padre: "Papá, no cambies la tele". Michael Schumacher y su Ferrari se llevaron esa carrera. Yo recordaba como un par de meses antes, mientras jugaba al F1 World Grand Prix de la extinta Nintendo 64, me llevaba la gloria de Mónaco a mandos de un Benetton, metido en la piel de Gerhard Berger.
GP de Italia 1999, Mika Häkkinen llora |
Desde entonces intenté averiguar cuándo había carreras. De ese año, coincidí en pocas, más por desconocimiento que por falta de ganas: Francia, la fatídica Silverstone, Spa, Monza -Häkkinen llorando en los bosques, imagen para el recuerdo-, Europa -¡primer punto para Gené!-... Pero claro, la F1 no sólo tiene un espacio en mí. Es la categoría reina, pero no por ello las demás son menos importantes.
La Formula Nissan, o también llamado Open Telefónica, la pillé de refilón con Alonso y en el 2000, Antonio García se la llevó. Sí, y yo disfruté como un enano viéndola. Desde entonces, mi ansia por saber más y más sobre el motor iba creciendo. Con un inconveniente: cada vez había más gente que tenía internet y este mundo se iba digitalizando. Pese a eso, yo, con mi paga, me compraba las F1 Racing y Grand Prix International. Leía y leía, veía todo lo que pudiera en la TV. La GP2, por ejemplo, fue un bálsamo para mí. Llevaba años queriendo saber qué pasaba en la F3000 y esta, su sustituta, fue emitida por Telecinco.
Durante los siguientes años me di cuenta de lo que existía fuera de las fronteras europeas. Una tarde, de 2003 creo recordar, estaba en un bar con mis padres, tomándonos un refresco y unas cervezas respectivamente. Miré a la tele y vi una bajada pronunciada, coches carrozados, muy potentes. Quien me iba a decir que descubriría los V8 Supercars ese día... La cita era la Bathurst 1000, y la daban en el entonces Canal Satélite Digital. No volví a saber de ellos hasta que no tuve en mis manos un videojuego.
Salida de la Bathurst 1000... ¡¡¡menudo espectáculo!!! |
Pero ello no me desanimó. Bueno, un poco sí: no tenía ni internet ni TDT aún, de forma que me perdí la Champ Car por TDP y el DTM, aunque conocía los ganadores y eso, por Telecinco Sport. Qué ganas tenía de seguir una categoría extranjera sin necesidad de hacer virguerías... ¡Y apareció! Compramos el TDT en 2009 y la NASCAR empezó a emitirse en TDP. ¡Gracias Maese por esas narraciones tan buenas!
A partir de entonces, en la Universidad ya, mi mente se expandió y absorbí como una esponja todo lo que un antiguo compañero de clase me iba dando a conocer. Aprendí mucho de él, no puedo dejar de darle las gracias. Sin ese conocimiento, no estaría disfrutando de la NASCAR al 100%, no conocería leyendas e historias que han marcado esta competición.
Nuestro amigo junto a un tal Alain Prost, cuatro veces campeón del Mundo de F1... y cuatro veces subcampeón |
Todo pasa tan deprisa... Tan grande es este mundo del motorsport, que me asombro cada vez que escucho a gente experta y me brillan los ojos. Cada día se aprende algo nuevo. Y esta vez, espero ser yo también uno de los que enseñe.
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