lunes, 27 de mayo de 2013

Luis Lapie - Aficionado

Corrían los principios de los '80 cuando un medio rubio niño de 6 añitos iba a jugar cada tarde a casa de su amigo Maxi. Mi amigo tenía una fantástica casa patio con mucho, mucho sitio para correr y jugar. Entre las muchas dependencias que tenía, había un salón de juegos con una magnifica alfombra persa que usábamos para hacer nuestras carreras de coches de juguete.

Teníamos coches de todos los tipos y tamaños, pero por supuesto teníamos nuestros favoritos, entre los que se encontraban esos raros coches que tenían forma de flecha y que se les veían la rueda entera. Había un par de ellos que nos gustaban de verdad y que tirábamos con más fuerza para que ganaran la carrera. Uno negro muy bonito que ponía John Player Special (con el tiempo supe que era una marca de tabaco), otro rojo al que amábamos y que ganaba muchas carreras (el Ferrari de Gilles), aunque le faltaba una rueda y mi favorito “el Parmalat”. Este último era el Brabham F1 de Nelson Piquet con el que se proclamó campeón ese año de 1981...

La parrilla de salida ya está formada... ¿Quién ganará?

Entre esas paredes echábamos las tardes tirando con la mano y por turno cada uno de nuestros coches por la alfombra como si de una carrera real se tratase. Por supuesto había una salida y una meta, número de vueltas y “reglas”; había que tirar todos los coches con la misma fuerza (imaginaos por qué ganaban siempre los que nos gustaban). Y en esas pasaron los primeros años unidos a la F1 sin casi saber de qué iba esa historia.

Años más tarde nos trasladamos a vivir con mi tía, y allí con mis primos mayores veía en la tele unos coches que corrían mucho y que casi nadie se paraba a contemplar (en España no había afición por la F1). Corría mediados los años 80 y un tal Alain Prost se proclamaba Campeón del Mundo de esos coches tan rápidos. Llevaba un coche realmente bonito ese año que de nuevo estaba esponsorizado por una marca de tabaco, ahí empecé a saber lo que era un McLaren.

Estoril 1986... entonces sólo sumaban 3 de los 11 títulos que llegaron a acumular entre los 4 Fantásticos

Más tarde, y como de la nada, salió un piloto que era pura dinamita y que conducía como nadie en la F1, sobre todo cuando se ponía la cosa seria con el agua. Era un brasileño que ya había despuntado maneras pero que no había ganado ningún título mundial. Era el año 1988 y yo con mis 14 añitos vi como ese gran piloto ganaba con el mismo coche que me había maravillado anteriormente. Eran los años dorados de McLaren...

Y así la cosa fue pasando hasta que llegó el Kaiser, debo reconocer que en ese tramo de mi vida casi abandoné la F1 puesto que era bastante aburrido ver ganar siempre al mismo.

Recuerdo con esperanza los primeros años de Montoya en la F1 cuando amenazaba la supremacía de “el zapatero” en la F1, pero dicha amenaza nunca se consumó.

Juan Pablo Montoya y Michael Schumacher rueda a rueda casi en cada Gran Premio

Al final uno no sabe por qué algo empieza a gustarle, aunque aquella alfombra y aquellos coches tuviesen mucho que ver, la verdad es que ahora con Alonso ese gusanillo se ha convertido en una anaconda. Cosas como el camber, la duración de una caja de cambios, el KERS o el DRS ya no suenan a chino en este país, sino que forman parte de la cotidianeidad de cada día, e interesarnos por los difusores, escapes coandas y suspensiones pull-road se ha convertido en nuestra obsesión. Por eso siempre estaré agradecido a Maxi y su alfombra. Benditos coches y benditas tardes de juegos infantiles...

1 comentario:

  1. Preciosa entrada Llapie. :) Me ha encantado. :)

    Ostras... El John Player Special... qué cosa más bonita... :)

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