¿Por qué me gusta la Fórmula 1 y los monoplazas en general antes que otros tipos de coches de carreras? Es muy sencillo... Un monoplaza de competición es un vehículo diseñado y concebido exclusivamente para competir, lo que le confiere un carácter de purasangre, eliminando todo lo superfluo para enfocarlo a un solo fin, los récords en pista y la competición, que, a diferencia de un turismo, gran turismo o rallye car, históricamente son adaptaciones más o menos radicales basadas en coches de calle.
El mito Ferrari, una auténtica religión |
Soy Ferrarista de manera explicable, pues soy un nostálgico al que le gusta la esencia, la sencillez y la pureza en general. Me gustan las cosas que hacen identificarme culturalmente con mis orígenes, pues me reconfortan de una manera religiosa y aquellas que poseen un punto de irreverencia frente a la competencia. Es decir, Ferrari es la única que queda como marca y constructor de coches de competición con el espíritu de las carreras de otros tiempos, en los que un mismo fabricante hacía el coche entero partiendo de cero. Lleva implícito un conservadurismo que la hace esclava de su historia, escudo, color... suficientes para saciar mi demanda nostálgica. Y encima es italiana, latina como yo, como la cultura de la que vengo y que me hace sentir identificado y me hace defenderlo ante su competencia. No hay personas que tengan tanto parecido cultural entre sí como los pertenecientes a países latinos. Somos ante todo pasionales y la pasión es lo que mueve la humanidad. La tecnología de Ferrari lleva históricamente este sello y es la tecnología latina la que está sobre el terreno de juego, un terreno de juego de propiedad inglesa y con rivales ingleses sobre el mismo.
Mis primeros recuerdos de carreras se remontan a tiempos en las que éstos me vienen a golpes, como entre nubes. Recuerdo verme a hombros de uno de mis hermanos mayores en el Parque González Hontoria para ver lo que era un parque cerrado de coches. Con el tiempo comprendí que era el parque cerrado del Rallye del Sherry, prueba que desapareció y que formaba parte del Campeonato de España de Rallyes de aquella época, la cual tenía en Jerez su sede. También de aquellos recuerdos trato de extraer y visualizar cuál fue el primero en cuanto a Fórmula 1 y no podía ser otro. Pasé por la puerta del bar de mi calle y estaban poniendo una carrera de la máxima categoría. Siento no recordar con más precisión el año y el Gran Premio, pues calculo que yo tendría unos tres años. Supongo que era domingo. Noté expectación en los clientes que estaban allí en el bar y recuerdo con cierta precisión los comentarios de aquellos que hablaban de cómo iba atado un piloto de carreras en un coche y de cómo había que estar de loco para meterse de esa manera en aquellas bombas rodantes. A veces fantaseo, ¿sería el último Gran Premio de España celebrado en el Jarama? A lo mejor por eso lo televisarían. Tampoco sé cómo se retransmitían en directo los GGPP en aquella época, lo que tengo por seguro es que uno de los coches era de color rojo, un Ferrari por supuesto. A veces cuando visualizo aquella escena, de forma benévola pienso en que sería mi único piloto idolatrado: el gran Gilles Villeneuve.
Todavía de niño, pero años más tarde adoré a Alain Prost y a Carlos Sainz también, pero desde hace muchos años a esta parte, el único piloto de carreras de todos los tiempos por el cual escucharéis de mi parte sentirme fiel seguidor es Gilles. Decidí que lo haría parte de mi patrimonio espiritual desde que lo vi y leí de su trayectoria años después de manera más detallada en videos y revistas. Tiene lo que todo piloto de Fórmula 1 debía tener: espectáculo en pista a costa de todo, que le hacía parecer más un gladiador del Siglo XX que un deportista, una vida glamurosa dentro y fuera del circuito a la vez que un gentleman de vida familiar y, por supuesto, pilotar un Ferrari de F1... Es como un icono del arte moderno, más allá de ser un buen piloto. Hoy día se necesitan más pilotos así, no generaciones de “Play Station” ni alcohólicos que monten yescas en la cubierta de ningún barco. ¿Dónde quedaron aquellos tipos duros pero afables?, ¿aquellas estrellas del rock llamadas Berger, Mansell o Senna...?
Gilles ganaba el GP de España de 1981 seguido muy de cerca por Laffite, Watson, Reutemann y de Angelis |
Todavía de niño, pero años más tarde adoré a Alain Prost y a Carlos Sainz también, pero desde hace muchos años a esta parte, el único piloto de carreras de todos los tiempos por el cual escucharéis de mi parte sentirme fiel seguidor es Gilles. Decidí que lo haría parte de mi patrimonio espiritual desde que lo vi y leí de su trayectoria años después de manera más detallada en videos y revistas. Tiene lo que todo piloto de Fórmula 1 debía tener: espectáculo en pista a costa de todo, que le hacía parecer más un gladiador del Siglo XX que un deportista, una vida glamurosa dentro y fuera del circuito a la vez que un gentleman de vida familiar y, por supuesto, pilotar un Ferrari de F1... Es como un icono del arte moderno, más allá de ser un buen piloto. Hoy día se necesitan más pilotos así, no generaciones de “Play Station” ni alcohólicos que monten yescas en la cubierta de ningún barco. ¿Dónde quedaron aquellos tipos duros pero afables?, ¿aquellas estrellas del rock llamadas Berger, Mansell o Senna...?
Siempre tuve la sensación de ser un poco afortunado al crecer a ocho kilómetros del Circuito de Jerez, pues se convirtió en mi tercer hogar (tras mi casa y el centro de estudios). Durante un tiempo de mi vida iba allí incluso varias veces por semana, en bici, en una época en la que te dejaban entrar a test privados sin tener que pagar nada, algo por lo que hoy cobran. No quiero decir que esté mal, más bien todo lo contrario porque deja al aire lo que ha cambiado el perfil del aficionado a la Fórmula 1 en nuestro país, ya que ahora es un deporte de seguimiento (que no de practica) popular. A mediados de los noventa cuando los Schumacher, Hill, Panis o Badoer venían a testear con sus equipos de Fórmula 1 a Jerez, siempre éramos las mismas caras las que nos veíamos sentadas en la tribuna.
Cómo han cambiado las cosas desde que Fernando Alonso y Antonio Lobato (ahora explicaré por qué lo menciono) han popularizado la categoría reina del motorsport en España. Sentado en cualquiera de los terraplenes naturales o tribunas de mi circuito, con las bicis dejadas caer en el suelo a pocos metros de nosotros, veíamos pasar quizá un coche de Le Mans, otro día sería uno del DTM, quizá un Formula Super Toyota del Campeonato de España o la mencionada F1 en test colectivo. También carreras del CET, regionales o las Copas Citroën, que más daba, tan sólo eran el telón de fondo de una conversación que siempre aparecía y no era otra que la del anhelo que nos producía ver algún día algún campeón del mundo de Fórmula 1 español, lo que llegaría a suponer que este deporte tan elitista llegara al gran público y de que algún día dejásemos de ver las carreras como se veían entonces en las televisiones de España y tener una retransmisión tipo las de la RTL que veíamos en casa de mi amigo Jesús, que tenía parabólica, con previo de la carrera y llegando a hacer una retransmisión de la misma dentro de un formato televisivo a modo de programa clásico. Esa era la única manera de llegar a popularizar un evento a través del único medio que cala en la gente de manera directa y definitiva... ah, y en español por favor, ¡¡que de alemán no entendíamos nada!! Y ahí debemos estar agradecidos al tantas veces criticado por imparcial periodista Antonio Lobato. Nunca me perdía ninguna carrera que se disputase en el circuito, del campeonato y la categoría que fuese, incluso motos. Luego conocí a Leticia, mi mujer. Simplemente no puedo sentirme más afortunado al encontrar una persona que era aficionada (más al motociclismo que al automovilismo, todo hay que decirlo). Juntos viajaríamos a sitios como Montmeló, Monza o Cheste para vivir la Fórmula 1 y MotoGP en vivo. ¡Qué frío en aquella tienda de campaña y cuantos kilómetros nos comimos!
Final de infarto en el estreno del Circuito de Jerez en El Gran Circo: 14 milésimas separaban a Senna de Mansell |
Cómo han cambiado las cosas desde que Fernando Alonso y Antonio Lobato (ahora explicaré por qué lo menciono) han popularizado la categoría reina del motorsport en España. Sentado en cualquiera de los terraplenes naturales o tribunas de mi circuito, con las bicis dejadas caer en el suelo a pocos metros de nosotros, veíamos pasar quizá un coche de Le Mans, otro día sería uno del DTM, quizá un Formula Super Toyota del Campeonato de España o la mencionada F1 en test colectivo. También carreras del CET, regionales o las Copas Citroën, que más daba, tan sólo eran el telón de fondo de una conversación que siempre aparecía y no era otra que la del anhelo que nos producía ver algún día algún campeón del mundo de Fórmula 1 español, lo que llegaría a suponer que este deporte tan elitista llegara al gran público y de que algún día dejásemos de ver las carreras como se veían entonces en las televisiones de España y tener una retransmisión tipo las de la RTL que veíamos en casa de mi amigo Jesús, que tenía parabólica, con previo de la carrera y llegando a hacer una retransmisión de la misma dentro de un formato televisivo a modo de programa clásico. Esa era la única manera de llegar a popularizar un evento a través del único medio que cala en la gente de manera directa y definitiva... ah, y en español por favor, ¡¡que de alemán no entendíamos nada!! Y ahí debemos estar agradecidos al tantas veces criticado por imparcial periodista Antonio Lobato. Nunca me perdía ninguna carrera que se disputase en el circuito, del campeonato y la categoría que fuese, incluso motos. Luego conocí a Leticia, mi mujer. Simplemente no puedo sentirme más afortunado al encontrar una persona que era aficionada (más al motociclismo que al automovilismo, todo hay que decirlo). Juntos viajaríamos a sitios como Montmeló, Monza o Cheste para vivir la Fórmula 1 y MotoGP en vivo. ¡Qué frío en aquella tienda de campaña y cuantos kilómetros nos comimos!
Mi pasión se transformó un día de 2002 en profesión. Yo tengo un hobby que me gusta llamarlo en inglés porque es como mejor se define: “slot model car” (coches de modelismo de raíl)... el Scalextric, para que nos entendamos. Y como toda actividad lúdico-deportiva que se precie en este mundo, existen clubes y asociaciones en las que se hacen competiciones a diferentes niveles. Yo era miembro de uno de estos clubes en Jerez, y un día recibimos la visita de Alfonso de Orleans, el Team principal de Racing-Engineering, el equipo de GP2 de Sanlúcar de Barrameda cerca de Jerez. Entonces, ellos corrían en las World Series Nissan y en Fórmula 3. Yo tenía 23 años, me sentía un joven viejo trabajando en el concesionario donde entré años atrás y muchas ganas de desarrollar profesionalmente mi pasión. Simplemente le dije que quería trabajar en su equipo, que no me importaba de qué. Él me dijo que me pasara por su taller el lunes y preguntara por el Team manager porque estaban buscando gente para su equipo de Fórmula 3 de cara a la temporada que estaba a punto de empezar. A partir de entonces comencé a trabajar en las carreras...
Diez temporadas y siete equipos diferentes, en las que he sido (y soy) mecánico de coches de carreras, pero también fui coordinador de equipo y Team manager. Pero para contar al detalle la historia de mis años en el motorsport habría que hacerlo en un libro pues aquí es físicamente imposible. Destacaría que hay cosas que muchos no conocen, pues los que nos dedicamos al motorsport realmente anteponemos nuestra profesión a nuestras vidas personales. No sólo debes viajar constantemente, pasas más de la mitad del año fuera de casa e incluso como yo, si trabajas a tiempo completo y no como Freelance, hay que trasladarse a vivir donde está basado el equipo. Eso sería imposible si no cuentas con el beneplácito de tus seres queridos, adaptarte a vivir lejos de tu pareja e hijos, como es mi caso también. No hay mejor definición y comparación para el motorsport que la del circo, pues el fin de esta actividad es el espectáculo y el estilo de vida de la gente que nos dedicamos a este oficio es puramente feriante o. como muchos compañeros dicen, “marineros de tierra”, razón por la cual existen tantos solteros, separados o menores de treinta años las que se dedican a tiempo completo al motorsport. Cuando se casan y tienen hijos se cortan la coleta. Yo me considero un “rara avis” y como dijo un buen amigo mío mecánico también, un ejemplo a seguir dentro del colectivo... todo un piropo.
¿El salario? Bueno, mejor que el del mecánico de la esquina, pero si lo divides entre las 10 ó 12 horas a tarifa plana que se hacen en el taller como las 14 ó 16 que se hacen como poco en los circuitos, la relación resultante puede ser desconcertante. Imaginaos un accidente el sábado, de esos que tocan el chasis, y el domingo está el coche en la parrilla de salida con el chasis cambiado y todo como por arte de magia. A todos se les pasa por alto que quizás está allí gracias a profesionales que han empalmado toda la noche sin parar a dormir montando un coche para que ello sea posible.
Desde hace unos años ya no soy seguidor tanto de pilotos (exceptuando a mi inolvidable Gilles), como de sus maquinas, pues un coche de carreras es el fruto del trabajo de cientos de personas, desde las empresas fabricantes hasta el que lo limpia. Hacen posible una obra de arte técnica que perdura en el tiempo y sin un buen coche nada tendría que hacer un piloto por bueno que fuese. Ningún mito se ha forjado sobre un coche malo.
Me siento un privilegiado porque al final hice de mi afición mi profesión, muchos no entienden por qué lo hago, me siento diferente y me destapo los oídos porque el sonido de los motores de carreras, justo al momento de apagarse un semáforo, es un experiencia que todos deberían vivir alguna vez en la vida y me encanta formar parte de los que hacen posible ese momento. ¿Sólo por ello merece la pena llevar una vida de feriante? Para mi tal vez si...
Trabajando para Racing Engineering en las GP2 Series, Silverstone 2005 |
Diez temporadas y siete equipos diferentes, en las que he sido (y soy) mecánico de coches de carreras, pero también fui coordinador de equipo y Team manager. Pero para contar al detalle la historia de mis años en el motorsport habría que hacerlo en un libro pues aquí es físicamente imposible. Destacaría que hay cosas que muchos no conocen, pues los que nos dedicamos al motorsport realmente anteponemos nuestra profesión a nuestras vidas personales. No sólo debes viajar constantemente, pasas más de la mitad del año fuera de casa e incluso como yo, si trabajas a tiempo completo y no como Freelance, hay que trasladarse a vivir donde está basado el equipo. Eso sería imposible si no cuentas con el beneplácito de tus seres queridos, adaptarte a vivir lejos de tu pareja e hijos, como es mi caso también. No hay mejor definición y comparación para el motorsport que la del circo, pues el fin de esta actividad es el espectáculo y el estilo de vida de la gente que nos dedicamos a este oficio es puramente feriante o. como muchos compañeros dicen, “marineros de tierra”, razón por la cual existen tantos solteros, separados o menores de treinta años las que se dedican a tiempo completo al motorsport. Cuando se casan y tienen hijos se cortan la coleta. Yo me considero un “rara avis” y como dijo un buen amigo mío mecánico también, un ejemplo a seguir dentro del colectivo... todo un piropo.
¿El salario? Bueno, mejor que el del mecánico de la esquina, pero si lo divides entre las 10 ó 12 horas a tarifa plana que se hacen en el taller como las 14 ó 16 que se hacen como poco en los circuitos, la relación resultante puede ser desconcertante. Imaginaos un accidente el sábado, de esos que tocan el chasis, y el domingo está el coche en la parrilla de salida con el chasis cambiado y todo como por arte de magia. A todos se les pasa por alto que quizás está allí gracias a profesionales que han empalmado toda la noche sin parar a dormir montando un coche para que ello sea posible.
El propio Ron Dennis empezó como mecánico en la Fórmula 1 |
Desde hace unos años ya no soy seguidor tanto de pilotos (exceptuando a mi inolvidable Gilles), como de sus maquinas, pues un coche de carreras es el fruto del trabajo de cientos de personas, desde las empresas fabricantes hasta el que lo limpia. Hacen posible una obra de arte técnica que perdura en el tiempo y sin un buen coche nada tendría que hacer un piloto por bueno que fuese. Ningún mito se ha forjado sobre un coche malo.
Me siento un privilegiado porque al final hice de mi afición mi profesión, muchos no entienden por qué lo hago, me siento diferente y me destapo los oídos porque el sonido de los motores de carreras, justo al momento de apagarse un semáforo, es un experiencia que todos deberían vivir alguna vez en la vida y me encanta formar parte de los que hacen posible ese momento. ¿Sólo por ello merece la pena llevar una vida de feriante? Para mi tal vez si...
Cuánta pasión en tus palabras Miguel Ángel!!! Me has enganchado desde el principio hasta el final. Realmente nos queda mucho por descubrir como afición para llegar a apreciar y comprender el trabajo que lleva detrás cada uno de los monoplazas que toman la salida un domingo cualquiera, en un circuito cualquiera ... y qué gran comparación con el mundo del circo! ... lo dicho ... ¡me ha encantado!
ResponderEliminarEspectacular entrada!!! A mí también me ha encantado!!! Toda la razón Santa, nos queda mucho para saber, pero con post así nos vamos enterando poco a poco, jejejeje!!
ResponderEliminarQueremos ese libro, Billy... y yaaaaaaaaaa...
ResponderEliminar¿Qué decirte compañero?
ResponderEliminarDespués de horas de slot, dias en el circuito, carreras en la tele...
Me ha encantado el articulo y sobre todo porque a parte de haber podido conversar de este veneno que son las carreras, recuerdo aquel dia en que llegaron aquel grupo de personas del "racing" con alfonso de orleans a la cabeza.
Me siento afortunado de haber vivido parte de esta historia.
Un abrazo crack.