Ramón Pérez - Aficionado

"Ese día llegará. Puede ser hoy o dentro de cincuenta años, pero la única cosa segura es que llegará" (A. Senna).

Cementerio de Morumbi, lugar donde muchos tenemos una visita pendiente

Esta cita me vale para explicar mi afición a la F1, quizás estaba predestinado.

En el año 1988 tuve la oportunidad de ver el GP de España de F1 en Jerez, no sé por qué regla de tres unos vecinos habían conseguido entradas, querían ver a Luis Pérez-Sala en un Fórmula Uno, ya que eran fan de él desde su etapa de turismos. La verdad es que a mí no me llamaba mucho la atención aquello, para ser honesto no la seguía demasiado, para colmo era un "gabacho" el campeón y yo tenía a los franceses un poco atragantados por ciertos problemas que pasaban nuestras mercancías al pasar la frontera, siendo como soy un hijo de transportista, ya sabréis a que me refiero, pero bueno, eso es otra historia...

En aquel GP lo pasé muy bien, sobre todo por la guasa que gastaban los que iban conmigo. Aunque de la carrera en sí recuerdo muy poco.

Domingo 2 de octubre de 1988. Luis Pérez-Sala arranca desde la penúltima posición en el GP de casa

He de reconocer que por aquellos tiempos, en plena adolescencia, pues uno está a lo que está y no me fijé demasiado en aquellos bólidos que hacían un ruido ensordecedor y que veías pasar a todo gas por delante de ti en un instante. Añadiré que me gustaba más el motociclismo, solía ver las carreras en casa con mi padre, principalmente la de cilindradas pequeñas en los que los españoles éramos bastante competitivos.

De todas maneras no era ajeno a la F1 totalmente. Recuerdo aquellos años con los duelos de Prost, Senna, Mansell...

Sin embargo, hubo un punto de inflexión que me hizo fijarme en esta competición. Os podéis imaginar... Imola 94, sí. El Telediario abrió con la imagen de los médicos atendiendo a Senna dentro del coche, o al menos intentándolo y luego pusieron la repetición del accidente. Recuerdo que me estremecí cuando lo vi chocar contra el muro y, a la misma vez, me hizo preguntar ¿por qué? En los días sucesivos seguí la noticia con más atención y detenimiento, todo el mundo alababa al gran campeón brasileño, me llamó mucho la atención como se volcó todo el mundo del motor y la prensa deportiva con aquel suceso. Paradójico pero real como la vida misma, la muerte de Senna hizo que me fijara en la Fórmula 1.

Seguía con asiduidad el mundo de los Rallyes, eran los tiempos de Sainz y Kankkunen. Sin embargo un jovencito alemán empezó a despuntar en Benetton, también se anunció a bombo y platillo que era un genio, un prodigio, aquel esmirriado y escandalosamente joven Schumacher era un ejemplo a seguir, al menos entonces.

Con él estaban Hill, Häkkinen... que nos depararon grandes carreras hasta finales de los 90, pero luego llegó la etapa del Kaiser en Ferrari, aquella superioridad casi aburría y me acuerdo perfectamente de que cuando coincidían motos y F1, veía las motos.

Carlos Checa con la Yamaha YZR-M1 y Luciano Burti con el Ferrari F2001 en el Masters F3 de 2002

Pero ya había un aliciente en los últimos campeonatos de Schumacher que nos venía a enganchar de forma casi enfermiza en las carreras. Un joven y descarado asturiano empezaba a hacernos vibrar y saltar del sillón, se le veía venir... y venia para quedarse en lo más alto. Grabados en el tímpano tengo los gritos de Fraile en aquella carrera de Hungría en la que, por primera vez, un español ganaba un GP de F1.

A partir de ahí, todo ha sido inercia, como le pasará a más de uno, creo. Pero también ha sido la oportunidad de conocer a mucha gente, algunos de ellos hoy son mis amigos. Y que con la Fórmula 1 como nexo de unión hemos creado una familia formulera o de lo que haga falta.

Disfrutar con la afición de las nuevas generaciones es el mejor momento en un paddock